The Fence Through Friendship Park • La Valla a Través del Parque de la Amistad
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by LeDayne McLeese Polaski
from Baptist News Global
A fence runs through Friendship Park at the western end of the U.S. border with Mexico. A 20-foot tall steel structure begun in late 2011 and completed in early 2012, it begins at the very spot where (without barriers) it would be possible to stand in California, Mexico and the Pacific Ocean at the same time.
It cuts through a park where people from both San Diego and Tijuana once met, spoke, touched and shared picnics and even communion across a single chain-link fence. There were cross-border concerts, holiday celebrations, English-Spanish language classes and a yoga class with students in both countries.
Pat Nixon dedicated Friendship Park in 1971 as a symbol of bi-national goodwill. "I hate to see a fence anywhere,” she declared at the dedication ceremony.
Today that sentiment is hard to remember. This fence is now part of hundreds of miles of existing and promised barriers being installed by the U.S. government along the nearly 2.000-mile border.
I came to the border in January 2012 as part of an immersion experience co-sponsored by the Baptist Peace Fellowship of North America and Palmer Theological Seminary. We gathered eight seminarians from two schools for a travel course to explore immigration in context.
We examined the realities that have pushed people to and then across the border in such high numbers. We looked particularly at the affects of NAFTA, which has left many Mexicans, especially those in small villages, unable to scratch out even a meager existence.
Having no local alternatives, they have poured into cities like Tijuana, overwhelming both job markets and infrastructure. Many, still unable to find work to support their families, have come to the United States, crossing both legally and illegally (or, as they say, with or without papers.)
The U.S. response to growing immigration rates has been to make border crossing immensely more difficult. That process began in the early 1990s, continued steadily for the better part of a decade and then shifted into hyper-drive after September 2001. This wall in Friendship Park is simply the latest feature of this effort to fortify the border.
I had worked to prepare myself for what we would see here, but nothing made me ready to stand here and gaze back at my own country through holes in a fence. I felt exactly as I did when, as a college student in 1989, I stood behind a wall looking over into West Berlin, except that this time I’m seeing “my tax dollars at work.” Evidently, I am not the only one -- one piece of graffiti on the wall reads, “Berlin, Palestina, Mexico.”
I have to work hard to remind myself that it hasn’t always been this way. For hundreds of years this border was porous with Mexicans crossing over to work and Americans coming down to play. People we met on both sides told us of crossing over for the afternoon in their younger days, going north for a McDonald’s fix or south in search of authentic tacos.
Some of the most memorable people we met were a priest who runs a shelter for recently deported men, pastors of two small but vital Baptist churches, families who welcomed us into their homes and two U.S. Border Patrol agents who took us on their official tour.
The families speak of living on dollars a day. The agents speak of millions of dollars spent to construct the fence and the exhausting daily effort necessary to maintain it.
The pastors speak of spending decades to finance the building of a single-room sanctuary and of the challenges of a transient congregation. The agents show off high-tech cameras, stadium lighting and a newly-completed all-weather road.
The priest talks of the desperation that could drive a man to live apart from his family for years in the hope of sending home the money to feed them or the fear that would compel a mother to bring her young children on a days-long journey through the desert. The agents speak of the number of “bodies arrested” in a typical shift.
One thing that everyone agrees on is that the wall has not stopped illegal crossings. Crossing is now more difficult, more dangerous and more costly; people are more dependent on human smugglers and less likely to leave once they’ve gotten in; but no one claims that people without papers have stopped coming.
The families, the pastors, the priest say the answer is comprehensive, humane immigration reform. The Border Patrol agents say the answer is more money, more tools, more staff and higher walls.
On one hopeful day in 1971, our First Lady made a wish that “there never be a wall between these two nations.” The walls between the people we met seem many; perhaps the least of them is the fence that cuts through Friendship Park.
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por LeDayne McLeese Polaski
de Baptist News Global
Una valla corre a través de Parque de la Amistad en el extremo occidental de la frontera EE.UU. con México. Una estructura de acero de 20 pies de altura que comenzó a finales de 2011 y se completó a principios de 2012, que comienza en el mismo lugar donde (sin barreras) sería posible estar en California, México y el Océano Pacífico al mismo tiempo.
Se corta a través de un parque donde la gente de San Diego y Tijuana alguna vez se reunieron, se hablaron, se tocaron y compartieron comidas campestres e incluso la comunión a través de una sola valla de tela metálica. Hubo conciertos transfronterizos, celebración de fiestas, clases de idioma Inglés-Español y una clase de yoga con los estudiantes en ambos países.
Pat Nixon dedicó Parque de la Amistad en 1971 como un símbolo de buena voluntad binacional. "No me gusta ver una cerca en ninguna parte", declaró en la ceremonia de dedicación.
Hoy ese sentimiento es difícil de recordar. Esta valla es ahora parte de cientos de millas de barreras existentes y prometidas para ser instaladas por el gobierno de EE.UU. a lo largo de la frontera de casi 2,000 millas.
Llegué a la frontera en enero de 2012 como parte de una experiencia de inmersión co-patrocinada por la Comunidad de Paz Bautista de América del Norte y el Seminario Teológico Palmer. Nos hemos reunido ocho seminaristas de dos escuelas para un curso viajero que explore la inmigración en contexto.
Examinamos las realidades que han llevado a la gente a y luego a través de la frontera en un número tan alto. Nos fijamos en particular en los efectos del Tratado de Libre Comercio, que ha dejado a muchos mexicanos, especialmente aquellos en los pueblos pequeños, incapaces de ganarse incluso una existencia precaria.
Al no tener alternativas locales, se han desbordado en ciudades como Tijuana, abrumando los mercados de trabajo y la infraestructura. Muchos, todavía incapaces de hallar trabajo para mantener a sus familias, han llegado a los Estados Unidos, cruzando tanto legal como ilegalmente (o, como se suele decir, con o sin papeles).
La respuesta de EE.UU. a las crecientes tasas de inmigración ha sido hacer el cruce de fronteras inmensamente más difícil. Ese proceso se inició a principios de 1990, continuó de manera constante durante la mayor parte de una década y luego cambió a la hiperactividad después de septiembre de 2001. Esta pared en Parque de la Amistad es simplemente la última característica de este esfuerzo para fortificar la frontera.
Ya había trabajado para prepararme para lo que veríamos aquí, pero nada me alistó para estar aquí y mirar hacia atrás a mi propio país a través de agujeros en una valla. Me sentía exactamente como lo hice cuando, como estudiante universitaria en 1989, me quedé detrás de una pared mirando por encima a Berlín Occidental, excepto que esta vez estoy viendo "dinero de mis impuestos trabajando." Evidentemente, no soy la única - una pieza de grafiti en la pared dice: "Berlín, Palestina, México."
Tengo que trabajar duro para recordarme a mí misma que no siempre ha sido así. Durante cientos de años esta frontera era porosa con mexicanos que cruzan a través para trabajar y para estadounidenses que bajaban a jugar. Las personas que conocimos en ambos lados nos dijeron que cruzaban por la tardes en sus días de juventud, yendo al norte hacia un McDonald’s o hacia el sur en busca de auténticos tacos.
Unas de las personas más memorables que nos encontramos fue un sacerdote que dirige un refugio para hombres recién deportados, los pastores de dos pequeñas pero vitales iglesias bautistas, familias que nos recibieron en sus hogares y dos agentes de la Patrulla Fronteriza de los EE.UU. que nos llevaron en su gira oficial.
Las familias hablan de la vida en dólares al día. Los agentes hablan de millones de dólares invertidos en la construcción de la valla y el esfuerzo diario agotador necesario para mantenerla.
Los pastores hablan de pasar décadas para financiar la construcción de un santuario de una sola habitación y de los retos de una congregación transitoria. Los agentes muestran cámaras de alta tecnología, iluminación de estadio y un camino transitable en todos los climas recién terminado.
El sacerdote platica de la desesperación que podría llevar a un hombre a vivir separado de su familia durante años con la esperanza de enviar a casa el dinero para alimentarlos, o del miedo a que obligaría a una madre a traer a sus niños pequeños en un largo viaje de días a través el desierto. Los agentes hablan de la cantidad de "cuerpos arrestados" en un turno típico.
Una cosa en la que todos están de acuerdo es que la valla no ha detenido los cruces ilegales. Cruzar es ahora más difícil, más peligroso y más costoso; las personas son más dependientes de los traficantes de personas y menos propensos a salir una vez que han conseguido entrar. Pero nadie afirma que las personas sin papeles han dejado de venir.
Las familias, los pastores y el sacerdote dice que la respuesta es una reforma migratoria integral y humana. Los agentes de la Patrulla Fronteriza dicen que la respuesta es más dinero, más herramientas, más personal y muros más altos.
En un día esperanzador en 1971, nuestra Primera Dama expresó su deseo de "que nunca haya un muro entre estas dos naciones." Las paredes entre las personas que conocimos parecen demasiadas; tal vez la más pequeña de ellas es la valla que corta a través del Parque de la Amistad.
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