Sierra Norte de Veracruz y La Huasteca • Sierra Norte de Veracruz and La Huasteca
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by Hermann Bellinghausen
Several indigenous communities keep away from contagiousness
Social organization and food autonomy isolates them from the virus
Amid constant bad news and terrifying figures from the Covid-19 pandemic, reasonably hopeful experiences emerge, where community organizing and food autonomy, amid deprivation and distance, keep away the spread of the virus.
This is the case of the Nahua, Otomi and Tenek communities in the northern mountain range (Sierra) of Veracruz and the Huasteca, in an area where the states of Hidalgo and Puebla also meet. From Radio Huaya, in Huayacocotla, Alfredo Zepeda, a Catholic priest and communicator who has lived four decades in the region, speaks with La Jornada and maintains direct contact with indigenous migrants in New York.
“The health system here is dismantled,” he says. “No clinic has been built in the Sierra since 1981, and those that exist are poorly equipped. In the absence of real care from the institutions, the communities have been drastically closed and virtually no coronavirus infections have been diagnosed. They cannot trust.” According to Zepeda, the role of the municipal agents (in Hidalgo they are called delegates) has been fundamental in the current internal control of the towns. Closing the roads is a natural reflection, the autonomy is not questioned, this keeps the region in phase 1 of the pandemic. An agent from Pericón, Veracruz, put it like this: "We closed the town because, what if the virus arrives?" He knows that they would not have the means to contain the disease: There are no cases yet. "We must continue like this so phase 2 does not reach us."
The only deaths have been from a couple of countrymen in upstate New York. It turns out that there is also an unexpected advantage to belonging to an indigenous community: They organized to enclose themselves in the neighborhoods of Queens and in the farms of the rural areas, and although many migrant workers have died, our people continue well and keep in communication with their families through our radio. That is its usefulness, it serves to connect the peoples of this region to each other, and to inform those away who have decided not to return for now, so as not to put their families at risk. “Between 80th and 105th streets in Queens, New York, English is not spoken. There is the Corona neighborhood. The Elmhurst hospital, located five minutes away, was the death place in days gone by. Hundreds of Latinos died: Mexicans, Guatemalans and Colombians. Fortunately no one from here” says Zepeda.
"We are seeing how the traditional adapts to the unusual. That has always been done by the indigenous peoples," he points out. "They continue being the same as when there were no roads, they know what it is like to live in isolation. I am amazed at their ability to live on the edge. And if the past harvest had been good, they would laugh at hunger". The marketplaces of the large settlements receive fewer people, "because the whole families no longer come, as before the pandemic, there is only one who makes the purchases."
The use of the mask is already beginning to become general, as a "warning". With cautious optimism, Zepeda says that for now, the mostly small communities have reported enough corn, beans, quelites, chayote and other products for the coming weeks. "But the shortage is announced," he laments. "Last year the drought was cruel. That is why the Otomí Organization requested, in a formal letter to the government, sufficient and quality corn (they brought them a very bad one), at half the price, which would also help to oppose speculation."
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por Hermann Bellinghausen
Varias comunidades indígenas se mantienen sin contagios
La organización social y autonomía alimentaria los aísla del virus
En medio de constantes malas noticias y cifras aterradoras por la pandemia del Covid 19, surgen experiencias razonablemente esperanzadoras, donde la organización comunitaria y la autonomía alimentaria, en medio de la privación y la distancia, mantienen a raya la propagación del virus.
Es el caso de las comunidades nahuas, otomíes y tenek de la sierra norte de Veracruz y la Huasteca, en una zona donde también confluyen los estados de Hidalgo y Puebla. Desde Radio Huaya, en Huayacocotla, habla con La Jornada Alfredo Zepeda, sacerdote católico y comunicador que ha vivido cuatro décadas en la región, y mantiene contacto directo con los migrantes indígenas en Nueva York.
El sistema de salud aquí está desmantelado, refiere. No se ha construido ninguna clínica en la sierra desde 1981, y las que existen están mal equipadas. Ante la ausencia de atención real por parte de las instituciones, las comunidades se han cerrado de manera drástica y prácticamente no se han diagnosticado infecciones por coronavirus. No pueden confiar. Según Zepeda, el papel de los agentes municipales (en Hidalgo se les llama delegados) ha sido fundamental en el actual control interno de los pueblos. Cerrar los caminos es un reflejo nato, una autonomía que no se pregunta, y mantiene a la región en fase 1 de la pandemia. Un agente de Pericón, Veracruz, lo ponía así: Cerramos el pueblo porque, ¿qué tal si llega el virus? Sabe que no tendrían cómo contener la enfermedad: No hay casos todavía. Hay que seguir así, que no nos llegue la fase 2.
Los únicos decesos han sido de un par de paisanos en el norte de Nueva York. Resulta que allá también es una ventaja inesperada pertenecer a una comunidad indígena: Se organizaron para cerrarse en los barrios de Queens y en las granjas de las zonas rurales, y aunque han muerto muchos trabajadores migrantes, nuestra gente sigue bien y se mantiene en comunicación con sus familias mediante nuestra radio; esa es su utilidad, sirve para conectar entre sí a los pueblos de aquí, e informar a de los de allá, quienes han decidido no retornar por ahora, para no poner en riesgo a sus familias. “Entre la calle 80 y la 105 en Queens, Nueva York, no se habla inglés. Allí está el barrio Corona. El hospital Elmhurst, ubicado a cinco minutos, fue el ‘moridero’ en días pasados. Centenares de latinos fallecieron: mexicanos, guatemaltecos y colombianos. Por fortuna nadie de por aquí”, refiere Zepeda.
Estamos viendo cómo lo tradicional se adapta a lo insólito. Eso han hecho siempre los pueblos originarios, apunta. Están igual que cuando no había carreteras, saben cómo es vivir aislados. Me admira su capacidad de subsistencia en el límite. Y si la cosecha pasada hubiera sido buena, se reirían del hambre. Las plazas comerciales de los asentamientos grandes reciben menos gente, porque ya no vienen las familias completas, como antes de la pandemia, sino que uno solo realiza las compras. Ya comienza a generalizarse el uso del cubrebocas, como un aviso. Con prudente optimismo, Zepeda refiere que por ahora las comunidades, en su mayoría pequeñas, se han reportado con suficiente maíz, frijol, quelites, chayote y otros productos para las próximas semanas. Pero la escasez está anunciada, lamenta. El año pasado la sequía fue cruel. Por eso la Organización Otomí solicitó, en una carta formal al gobierno, maíz suficiente, y de calidad (les han traído uno muy malo), a mitad de precio, lo que también ayudaría para contraponerse a la especulación.
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