EL CORONAVIRUS Y EL PUEBLO WAYUÚ • THE CORONAVIRUS AND THE WAYUÚ PEOPLE
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By Ivonne Elena Díaz
The arrival of COVID-19 in La Guajira[1] was a matter of time. It did so on March 25, the date on which the National Institute of Health made the first report of a positive case. In addition to the alarm generated by the spread of the disease in the Colombian territory, there was the fear of its arrival in one of the least prepared areas to face it and where one of the most vulnerable populations in the country lives: the Wayuú.
This town is mainly concentrated in the Upper and Middle Guajira, between the municipalities of Uribia and Manaure, as well as in the Zulia district, in Venezuela; Their language is Wuayúnaiki, they have mainly oral forms of teaching and their economic livelihood is based on goat herding, fishing and artisan sales in the cities. All these factors make the mandatory confinement decreed by the government to contain the spread of the virus an enormously difficulty for them. Confinement prevents them, for example, from carrying out their subsistence activities.
These cultural and socioeconomic particularities are not being considered by national, regional and local authorities, since they have not implemented differentiated prevention strategies that effectively explain to the population the recommendations of the WHO and the Ministry of Health. In this sense, the implementation of actions that articulate prevention guidelines is urgent, as well as the carrying out of tests to determine if there have been infections and the care routes, with the ways of the Wayuú.
For Weidler Guerra, a Guajiro anthropologist whom I interviewed for this column, a key element that the governors must use to confront the coronavirus in the department is to communicate the hygiene recommendations in alliance with the traditional authorities, using the community radio stations that transmit the messages in wayúnaiki and using metaphors that have a historical-cultural foundation.
Isolation is not a practice alien to the Wayuú people, they use it when a person in their community is in the process of transition, for example, when a girl is on the way to becoming a woman, she is preserved from physical contact; when the traditional authorities, through dreams, warn of collective risks of famine, war and disease, promote enclosure; when a Wayuú has committed a violent act, he/she is isolated and is prohibited from contacting girls and boys.
This means that it is possible to carry out actions for the promotion and prevention of COVID-19 aligned to the uses and customs of this community, it is possible to use a communication in development key that takes into account the dispersion of families in their territory, the absence of technologies and telecommunications. However, will and commitment from the national and regional State is needed to investigate, invest and implement plans that seek to reach people effectively.
The central government has a huge responsibility in the face of the La Guajira crisis with the pandemic, because due to the departmental intervention, they are the ones who have managed the resources of the school feeding program (PAE), health and water. For this reason, in order to save lives under the conditions of extreme need suffered by the Wuayuú, it is a priority to implement containment protocols that articulate a communication strategy according to their culture, provide sufficient food to rural families and guarantee the permanent supply of drinking water.
How can the Wayuú comply with the recommendation of hand washing if only 0.51% and 2.90% of the houses in Uribia and Manaure, respectively, have an aqueduct in their population center and rural area? Although tank trucks seem to be an option to the problem, it is essential to have technical resources and equipment to permanently guarantee access, availability and quality of water, which can be achieved with the improvement and construction of community aqueducts.
Now more than ever, appealing to humanitarian awareness and valuing life is necessary for the State to focus on two priorities: on the one hand, to bet on an authentic alliance between the national and regional governments with the traditional Wayuú authorities, together with the medical and sanitary staff, in order to execute a coronavirus prevention strategy connected to the culture and the satisfaction of basic needs such as water and food; and on the other hand, clinging to the principle of equality so that, without political pettiness, the current leaders provide all citizens with healthcare, water and food to the attention that the situation demands of them.
With information from www.dejusticia.org.
[1] La Guajira (in wayuunaiki: Wajiira) is one of the thirty-two departments (along with Bogotá, Capital District), which form the Republic of Colombia. Its capital is Riohacha. It is located in the extreme northeast of the country, in the Caribbean region.
Ivonne Elena Díaz is a philosopher and a master in philosophy. She has specialized studies in Human Rights and International Humanitarian Law; experience in the public sector as an official of the Bolívar Territorial Victims Unit and the Ombudsman’s Office, Regional Bolívar.
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Por Ivonne Elena Díaz
La llegada de la COVID-19 a La Guajira[1] era cuestión de tiempo. Lo hizo el pasado 25 de marzo, fecha en que el Instituto Nacional de Salud realizó el primer reporte de un caso positivo. A la alarma generada por la expansión de la enfermedad en el territorio colombiano, se sumaba el temor de su arribo a uno de los departamentos menos preparado para afrontarla y donde habita una de las poblaciones más vulnerables del país: los wayuú.
Este pueblo se concentra principalmente en la Alta y Media Guajira, entre los municipios de Uribia y Manaure, lo mismo que en el distrito de Zulia, en Venezuela; su lengua es el wuayúnaiki, tienen formas de enseñanza principalmente orales y su sustento económico se basa en el pastoreo caprino, la pesca y las ventas artesanales en las ciudades. Todos estos factores hacen que el confinamiento obligatorio decretado por el gobierno para contener la propagación del virus represente una dificultad enorme para ellos. El confinamiento, tal como está planteado en la emergencia sanitaria, impide que, por ejemplo, puedan realizar sus actividades de subsistencia.
Estas particularidades culturales y socioeconómicas no están siendo contempladas por las autoridades nacionales, regionales y locales, ya que no han implementado estrategias de prevención diferenciadas que expliquen efectivamente a la población las recomendaciones de la OMS y el Ministerio de Salud. En ese sentido, urge la implementación de acciones que articulen las orientaciones de prevención, la realización de pruebas para determinar si ha habido contagios y las rutas de atención, con los usos y costumbres de los wayuú.
Para Weidler Guerra, antropólogo guajiro a quien entrevisté para esta columna, un elemento clave que los gobernantes deben emplear para enfrentar el coronavirus en el departamento es comunicar las recomendaciones de higiene en alianza con las autoridades tradicionales, empleando las emisoras comunitarias que transmiten los mensajes en wayúnaiki y utilizando metáforas que tengan un fundamento histórico-cultural.
El aislamiento no es una práctica ajena al pueblo wayuú, ellos la utilizan cuando una persona de su comunidad está en proceso de transición, por ejemplo, cuando una niña está en camino a convertirse en mujer es preservada del contacto físico; cuando las autoridades tradicionales, a través de sueños, advierten riesgos colectivos de hambrunas, guerras y enfermedades promueven el encerramiento; cuando un wayuú ha cometido un acto violento es aislado y se le prohíbe el contacto con niñas y niños.
Esto quiere decir, que sí es posible realizar acciones de promoción y prevención de la COVID-19 alineadas a los usos y costumbres de esta comunidad, sí es posible emplear una comunicación en clave de desarrollo que tome en cuenta la dispersión de las familias en su territorio, la ausencia de tecnologías y telecomunicaciones. Sin embargo, hace falta voluntad y compromiso por parte del Estado nacional y regional para investigar, invertir e implementar planes que busquen llegar a la gente de manera efectiva.
El gobierno central tiene una enorme responsabilidad frente a la crisis de La Guajira con la pandemia, pues debido a la intervención departamental, son ellos los que han manejado los recursos del programa de alimentación PAE, de la salud y del agua. Por esto, para salvar vidas bajo las condiciones de necesidad extrema padecida por los wuayuú, es prioritario que implementen protocolos de contención que articulen una estrategia de comunicación acorde a su cultura, se entreguen alimentos suficientes a las familias rurales y se garantice el abastecimiento permanente de agua potable.
¿Cómo los wayuú pueden cumplir con la recomendación del lavado de manos, si sólo el 0,51% y el 2,90% de las viviendas de Uribia y Manaure, respectivamente, cuentan con acueducto en su centro poblado y zona rural? Aunque los carrotanques parecen ser una opción al problema, es indispensable disponer de recursos y equipos técnicos para garantizar permanentemente el acceso, la disponibilidad y la calidad del agua, lo cual es posible lograr con el mejoramiento y la construcción de acueductos comunitarios.
Ahora más que nunca, apelando a la conciencia humanitaria y a valorar la vida, es necesario que el Estado se concentre en dos prioridades: por un lado, apostar por una auténtica alianza entre el gobierno nacional y regional con las autoridades tradicionales wayuú, junto al personal médico y sanitario, con el fin de ejecutar una estrategia de prevención del coronavirus conectada a la cultura y a la satisfacción de necesidades básicas como el agua y los alimentos; y de otro lado, aferrarse al principio de igualdad para que, sin mezquindades políticas, los gobernantes de turno brinden a la ciudadanía toda la atención en salud, agua y alimentos que la situación les exige.
Con información de www.dejusticia.org.
[1] La Guajira (en wayuunaiki: Wajiira) es uno de los treinta y dos departamentos (junto con Bogotá, Distrito Capital), que forman la República de Colombia. Su capital es Riohacha. Está ubicado en el extremo noreste del país, en la región Caribe.
Ivonne Elena Díaz es filósofa y magíster en filosofía. Cuenta con estudios de especialización en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario; experiencia en el sector público como funcionaria de la Unidad para las Víctimas Territorial Bolívar y la Defensoría del Pueblo, Regional Bolívar.
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